A lo largo de los años hemos conocido sobre la vida de fantásticas mujeres, que debieron ir más allá para conseguir lo que deseaban, algunas de ellas poco conocidas y cuyas historias han sido contadas injustamente.
En esta ocasión contaremos sobre la vida de Sophie Germain, una mujer que tuvo que hacerse pasar por hombre para poder estudiar.
Su historia se remonta al siglo XVIII cuando Sophie, con tan solo 18 años, intentó inscribirse en la Escuela Politécnica de París, pero en esos entonces, no dejaban a las mujeres estudiar. Por lo que tuvo que inscribirse con un nombre de varón y con el apoyo de uno de sus profesores, lo que le permitió convertirse en una de los grandes referentes de las matemáticas.
Nació en Londres en las últimas décadas del siglo de Las Luces. Los cambios políticos y sociales que se producían en Francia en esos entonces que ella era tan solo una niña, hicieron que ella considerara la ciencia y sobre todo las matemáticas, como ese estímulo intelectual que daba sentido y tranquilidad a su existencia.
La historia de Sophie es la de una matemática brillante que tristemente no pudo lograr su pleno desarrollo porque en sus años de formación no pudo acceder a una educación matemática formal y en su madurez tuvo que trabajar en solitario porque una jerarquía científica, totalmente masculina, la excluía siempre.
El tener una formación autodidacta, anárquica y con lagunas mentales, le perjudicaría toda la vida. Su aislamiento no fue tan evidente cuando trabajaba en teoría de números, pero cuando comenzó a trabajar en física matemática, no tuvo, en un primer momento, los últimos conocimientos matemáticos que en esos entonces se estaban utilizando y que requerían un trabajo cada vez menos solitario y ligado a la comunidad científica.
Aunque su obra científica merecía el reconocimiento académico, nunca recibió título alguno, ahora es cuando una calle de París y un liceo llevan su nombre, además de una placa que está en la casa donde murió, la recuerda como una matemática y filósofa.
Marie-Sophie Germán nació el día 01 de abril de 1776, en la calle de Saint Denis de París. Fue la segunda hija de Marie-Madeline Gruguelin y Ambroise-François Germain, un burgués cultivado y liberal que participó activamente en la revolución francesa.
A la edad de 13 años y en plena revolución francesa, convencida que su familia sólo pensaba en el dinero y la política, se refugió en la lectura, comenzando con las obras de la biblioteca de su padre. Leía todo lo que caía en sus manos con tanto afán que preocupaba a su familia, haciéndoles crear una serie de obstáculos para que no pudiera estudiar de noche, quitándole la luz, sin calefacción y sin sus ropas. Pero esto no detenía a Sophie, pues de noche, mientras su familia dormía, se envolvía en mantas y estudiaba a la luz de una vela que previamente había ocultado.
Tenía 18 años cuando se fundó la escuela Politécnica de París y como las mujeres no eran admitidas en la institución, logró hacerse de apuntes sobre algunos cursos, entre ellos el de Análisis de Lagrange. Al final del periodo lectivo, los estudiantes podían presentar sus investigaciones a los profesores, es cuando Sophie presentó su investigación bajo el nombre de Antoine-Auguste Leblanc, un antiguo alumno de la escuela.
Es así como esta valiente mujer fue en contra de los estándares de su época e hizo lo necesario para hacer lo que deseaba. Sin duda algo admirable.
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