Hay amores que duran para siempre, contra viento y marea, sin importar nada, prevalece ante todo y todos, se fortalecen y no paran ante las adversidades y esto es algo que se puede confirmar al 100% con la historia de hoy. Si eres fanático de la música rock en español y haz escuchado al grupo musical Maná, seguramente podrás identificar fácilmente la canción de En El Muelle de San Blas, una canción que relata como el amor más profundo sentó cabeza en una desdichada mujer que perdió a su prometido justo días antes de contraer matrimonio y a través de las décadas está mujer espero hasta el fin de sus días.
La historia tan conocida habla sobre la vida de Rebeca Méndez Jiménez y tiene como escenario principal el mar, para ser exactos el muelle de San Blas. Según cuenta la leyenda, el hombre al que Rebeca amó con todo su ser y con quien se casaría zarpó hacia el mar con la promesa de volver, esto a días de la boda. Pero se llego el gran día y muchos días más pasaron y Rebeca, como una especie de enloquecida, esperaba a su amado vestida de novia, plantada en el muelle de San Blas. Lamentablemente, una fuerte tormenta arrebató la vida del joven marino y este jamás regreso.
Hace algunos años la hija de Rebeca, porque si tuvo una hija, Blanca Leticia Suárez Méndez, rompió el silencio al contar la verdadera historia de su madre. Blanca aseguró que su madre en realidad no estaba loca, sino, enamorada del amor. “Mucho se habló sobre Rebeca y su gran esperanza porque su amado volviera, lamentablemente, casi todo lo que se dice es mentira. Y, por respeto a ella es necesario que se sepa la verdad de los hechos”, comentó su hija, algo que por supuesto es lógico ya que Rebeca pasó a mejor vida hace unos años.
De acuerdo con el relato de la hija, su madre no esperaba exactamente a un marinero que la había dejado desolada. Esperaba a alguien, cuyo nombre nunca se atrevió a revelar. Al preguntarle quién era el amor que esperaba respondió: “Es un misterio que me llevaré a la tumba”. Algunos aseguran saber la identidad del joven marino pero esto es algo que nadie puede asegurar que sea real. Según la hija, la historia de su progenitora comenzó en su natal Guadalajara, lugar donde creció e incluso logró hacerse conocida gracias a sus dotes vocales, pues tenía una voz prodigiosa.
Pero Rebeca no habría podido disfrutar de su fama, debido a que la vida derribó sus sueños con mucha crueldad o eso es lo que dice su hija. “Durante el comienzo de su carrera quedó embarazada de mí y no la dejaron casarse con mi padre. La violencia con la que la alejaron de ese hombre fue desesperante. Incluso, para protegerlo, la familia de él lo envío al extranjero“. Pese a ello, la mujer volvió a enamorarse locamente e incluso tuvo dos hijos más. Sin embargo, y aún cuando comenzó a vestirse de novia con el afán de llegar al altar, el destino otra vez no permitió que cumpliese su sueño.
“Se quería casar, pero ese hombre ya estaba casado. La primera vez que ella se vistió de novia, le costó el manicomio. Le quitaron su herencia y sus niños, a quienes enviaron a Italia”, afirmó su hija. Pero un golpe de suerte salvó a Rebeca de las paredes del psiquiátrico. Un sismo magnitud 8.1 cimbró México y ella logró huir de su cárcel. “Tras el temblor, mi mamá escapó del manicomio y comenzó a deambular por las calles buscándonos”, afirmó Blanca, en relación a cómo Rebeca llegó a habitar el muelle de San Blas, buscando primeramente a sus hijos y después al hombre que partió prometiendo volver para casarse con ella.
Aun así, y todavía sumida en la desolación, Méndez volvió a enamorarse y disfrutar de la compañía de un hombre, que -esta vez- era varios años menor que ella. No obstante, ningún “pero” podía detenerla. Estaba segura de haber encontrado la felicidad y, por supuesto, de haber obtenido una nueva oportunidad para casarse. Aunque, otra vez, la mala suerte decidió atacarla: su amor murió en el mencionado accidente. Rebeca murió el 16 de septiembre de 2012 a la edad de 63 años en los brazos de su primogénita, a quien siempre había buscado.
“Yo vivía muy lejos y una tía me llevó para que escuchara las historias que contaban de ella. Desde ese momento, mi mami nunca paró de decirme que, finalmente, yo fui el más grande sus amores”. Ahora, una estatua se encuentra en aquel lugar donde Rebeca pasó sus últimas décadas de vida esperando a aquel amor que no volvió jamás.
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