Un llamado divino.
Según lo que ella describió en su momento, para el año 1837 ella declaró haber recibido un llamado divino que le impulso a decidir el cuidar de los enfermos de su comunidad. Ella inmediatamente comunico a su familia el deseo de dedicarse a cuidar de los enfermos y atender sus necesidades, por supuesto que su familia no estaba de acuerdo con ello y mostraron una fuerte oposición (sobre todo su madre y hermana) ya que consideraban que este trabajo era exclusivo de la clase obrera y ella pertenecía a una clase alta más la idea de su familia de que ella se casara con un hombre poderoso.
Aun contra toda oposición de la que fue víctima, Florence logra formarse como enfermera sin importar que el trabajo fuera para la clase baja y durante los próximos años, estando segura de su vocación, se convirtió en toda una experta visitando todos los centros médicos y de saneamiento que le fueran posibles visitar, realizando muchos viajes por diversas partes entre las que destacan Francia, Italia, Suiza, Grecia y Egipto. Durante sus viajes ella iba relatando en un diario sus aprendizajes, sus distintas vivencias y el amor que tenía por su carrera.
Su vocación la lleva a servir en plena guerra.
Cuando sucede la guerra de Crimea, pasa que las enfermedades estaban arrebatando en mayor número las vidas de los soldados que la guerra misma, morían más combatientes en camillas por enfermedades que los caían en el campo de batalla. El ejército británico, que iba ganando la batalla, carecía de personal médico suficiente para hacer frente a dicho problema, no habían doctores, ni medicinas y menos enfermeras que apoyaran a los soldados a recuperarse de lesiones y contagios de enfermedades.
Según se comenta, en las primeras semanas de guerra, de 100 soldados que morían 80 lo hacían por pobres condiciones de salud y deficientes tratamientos sanitarios. Es por ello que llamaron a Florence, quien ya era conocida por sus habilidades como enfermera, para que prestara sus servicios, así que para el 21 de octubre de 1854 Florence parte para rendir sus servicios junto a un grupo de otras 38 enfermeras que iban como voluntarias, para apoyar al ejército pero la mayoría de ellas no tenían experiencia, así que la mismísima Florence se encargó de entrenarlas para que estas pudieran dar lo mejor de sí en su trabajo.
Al llegar el panorama era bastante desolador, los soldados recibían un pésimo servicio de salud, los suministros médicos escaseaban, la higiene era terrible, las enfermedades abundaban y los mandos del ejército eran totalmente indiferentes ante esta situación. Al momento del arribo de Florence a Scutari, la base del ejercicio, ya habían muerto más de 4 mil soldados por enfermedades como fiebre tifoidea, disentería y cólera que por balas en campo de batalla. Así que Florence con su gran paciencia y amor por su vocación, ordeno a una comisión sanitaria que se hiciera una limpieza completa de vertederos contaminantes y ella misma se encargó de mejorar la ventilación de las salas del hospital. Todo comenzó a mejorar a partir de allí, logrando reducir las muertes por enfermedades de un 80% a tan solo un 2%.
Tiempo después en los artículos de los periódicos se le empezó a conocer a Florence como un verdadero Ángel Guardián de los hospitales, siempre cuidando con amor y sensibilidad a los enfermos, mejorando en gran manera todo enfermo que esta a su cuidado. Al finalizar la guerra ella fue recibida como toda una heroína y tiempo después fundó su escuela de Adiestramiento de Enfermeras.
Deja una respuesta